ALCAC: pacto comercial que promete un “Mundo Feliz” de miseria y desigualdad

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Segunda de dos partes: La primera parte, la cual repasó los resultados del Tratado de Libre Comercio de Norte América y discutió los intereses de los EE.UU. en el libre comercio con América Central, se puede encontrar en www.socialism.com.

El viejo dicho “ten cuidado con lo que pidas para el futuro” podría ser un buen consejo hoy día para los defensores del libre comercio de EE.UU. Ellos deseaban un mundo sin regulación estatal del comercio, sin leyes ambientales ni laborales, sin industrias de propiedad pública, sin limitaciones a los derechos de los inversionistas ni al poder de los bancos internacionales. ¿Y qué han obtenido? Levantamientos en todo el hemisferio.

En América Latina, el desempleo se ha duplicado en los últimos 10 años, el ingreso per cápita se ha reducido en todos los países excepto en Chile, y 200 millones de personas viven en la pobreza. En los últimos cinco años, rebeliones populares han hecho temblar a Argentina, Bolivia, Paraguay y Perú, y el ejército ha llevado a cabo un golpe militar en Ecuador.

Brasil y Venezuela han elegido para presidentes a populistas de tendencias izquierdistas, reflejando el resentimiento de los trabajadores por los severos “ajustes estructurales” ordenados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Chile y México se rehusaron a apoyar la guerra contra Irak, y la última ronda de pláticas acerca del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) se vinieron abajo el 1 de abril.

Aun así, está aumentando la presión para que el Congreso de los EE.UU. apruebe este año el Acuerdo de Libre Comercio de América Central (ALCAC).

Los negociadores de Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica, la República Dominicana y los EE.UU. ya lo han ratificado. Si Bush piensa que puede contar con los 217 votos necesarios en la Cámara de Diputados para aprobarlo, debería intentarlo antes del receso de agosto; de otra forma, tendrá que esperar hasta después de las elecciones de noviembre.

Neoliberalismo: vino viejo en una botella nueva. El neoliberalismo es una idea vieja resucitada por los economistas de los Estados Unidos cuya perspectiva coincide felizmente con los intereses del imperialismo.

El liberalismo económico clásico es una serie de teorías que identifican a la operación ilimitada del mercado capitalista como el motor del crecimiento económico.

Adam Smith, el autor inglés del siglo XIX de La riqueza de las naciones, es el agente más conocido de su popularidad. Él describió el mercado como una “mano invisible” trabajando para maximizar el crecimiento económico y la felicidad.

Sin embargo, la Gran Depresión de la década de 1930 hizo flaquear la confianza de muchas personas en el mercado sin regulaciones. Se les dio más credibilidad a las teorías de Karl Marx y John Maynard Keynes, quienes en formas muy diferentes abogaban por un papel más fuerte del estado en la administración de la economía. En América Latina, el liberalismo clásico fue reemplazado por el desarrollo de la industria nacional dirigido por el estado. ALCAC es un ataque contra las industrias nacionalizadas y los derechos laborales y sociales obtenidos durante este periodo.

El renacimiento del liberalismo en los sectores académicos de los EE.UU. comenzó en los años 50 y 60, a tiempo para que sus teorías fueran puestas a prueba en Chile.

El general Augusto Pinochet, quien dio un golpe de estado apoyado por Estados Unidos en 1973 contra el presidente socialista de Chile, Salvador Allende, fue uno de los primeros neoliberales latinoamericanos. Adoptó las ideas de la libre empresa del economista americano, Milton Friedman, famoso por su frase “No hay comida gratuita”.

Pinochet incluyó en su gobierno a economistas chilenos entrenados en la Universidad de Chicago, quienes estrenaron una nueva y particularmente brutal forma de liberalismo que dio como resultado la crisis financiera de 1982.

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Ganadores y perdedores. Que el neoliberalismo sea bueno o malo depende del punto de vista de clase de cada persona. A pesar de su tormentosa historia, ciertamente tiene defensores en América Latina — una nueva élite, que alcanza quizás hasta el 20 por ciento de la población, que se ha beneficiado de la desregulación, del acceso a artículos de importación y de empleos en compañías extranjeras.

El comercio entre los EE.UU. y América Central asciende a un total de $20,000 millones de dólares al año. En 2001, las exportaciones de EE.UU. a esa región fueron del mismo monto que la combinación de las exportaciones de EE.UU. a Rusia, India e Indonesia.

Los aristócratas del gobierno y las corporaciones en ambos lados de la frontera están ávidos de obtener una tajada de este motín. Refiriéndose al ALCA, un intelectual centroamericano observó que “el neoliberalismo ha unido las élites del sur con las del norte y ha creado la convergencia más grande de poder financiero, tecnológico y militar en la historia”. Si se ratifica, el ALCA afectará a 800 millones de personas y será el bloque comercial más grande del mundo.

Pero los pactos de libre comercio también producen muchos perdedores. Los pequeños agricultores se ven afectados por la desregulación en las importaciones y por el dumping, o sea la práctica de vender productos agrícolas a menos del costo de producción. Unas cuantas empresas transnacionales de comercio agrícola pueden aniquilar a miles de agricultores, en los EE.UU. y en América Central, y hacer que países enteros dependan de alimentos importados.

Las mujeres también se encuentran en las primeras filas de combate del libre comercio, como agricultoras y trabajadoras. Ellas pierden, por ejemplo, cuando las tierras comunales son divididas y privatizadas pues las nuevas parcelas generalmente son adquiridas por hombres.

En El Salvador, 88 por ciento de los trabajadores de maquiladoras son mujeres. En Honduras, representan el 80 por ciento de la fuerza de trabajo.

Como sus hermanas de Guatemala, las hondureñas y salvadoreñas han demostrado un gran valor en la lucha para fundar sindicatos.

Sin embargo, su lucha no está limitada al ámbito laboral. 1,041 mujeres han sido asesinadas en América Central desde el 2002, y la vasta mayoría de estos crímenes siguen sin resolverse. Las organizaciones de mujeres de ese lugar informan que es común el maltrato doméstico y la agresión sexual contra mujeres y niños.

Las mujeres de esa región sufren inmensamente por la extrema pobreza y las consecuencias de las guerras civiles. Ellas son las dobles y triples víctimas de la política exterior y explotación económica de los EE.UU.

Manipulación en El Salvador.> En Marzo, los Ministros de Economía de Nicaragua, Honduras, Guatemala, Costa Rica y El Salvador visitaron el Congreso de los EE.UU. para abogar por la aprobación de ALCAC.

Miguel Ernesto Lacayo, el ministro de economía de El Salvador, afirmó inclusive que las recientes elecciones presidenciales en su país fueron un referéndum acerca del neoliberalismo.

Los electores, afirmó, “optaron de forma arrolladora por rechazar el comunismo en favor del libre comercio”. Esto fue en referencia a la derrota del izquierdista Schafik Handal, representante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), y a la victoria del magnate de radio derechista Tony Saca de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).

Lacayo no mencionó la intervención directa de los voceros de Bush, Roger Noriega y Otto Reich, a favor de Saca ni la campaña de intimidación de ARENA, la cual incluía la amenaza de que EE.UU. prohibiría que los inmigrantes salvadoreños enviaran dinero a sus familias si ganaba Handal.

Pseudo benefactores malévolos. Como parte del tratado de ALCAC, los Estados Unidos ha hecho gran alarde de su cesión de $6.75 millones a la Fundación por la Paz y la Democracia (FUNDPADEM), una ONG costarricense, “para ayudar a mejorar las condiciones de trabajo” en América Central.

FUNDPADEM fue fundada en 1988 por Rodrigo Madrigal Nieto, el antiguo presidente del Congreso Costarricense de Industrias. Durante la década de 1980, Madrigal fue miembro de la comisión Kissinger que investigó la intervención de EE.UU. en América Central. Los comisarios proporcionaron el encubrimiento necesario para los escuadrones de la muerte que las fuerzas de EE.UU. armaron y entrenaron en El Salvador y Honduras y para el ejército de los contras organizado por la CIA en Nicaragua.

Por otra parte, según un informe de prensa que anunciaba la cesión realizada por la embajada de EE.UU. a Guatemala en el 1o. de octubre del 2003, “FUNDPADEM trabajará de cerca con Abt Associates, una compañía con base en EE.UU. que tiene una gran experiencia trabajando con ministerios del trabajo en América Central”. Abt Associates también fue contratada por el gobierno de EE.UU. para ayudar al mismo a “reformar el Ministerio de Salud iraquí”.

Durante la década de 1960, Abt Associates ayudó al Pentágono y a la CIA con el Proyecto Camelot, un modelo para desestabilizar gobiernos extranjeros usado en Chile en 1973. Abt Associates creó un juego de simulación llamado Política que obtenía información de una computadora que enlazaba los archivos de la CIA, la Agencia de Inteligencia para la Defensa y el Departamento de Estado. Política fue utilizado para entrenar a la policía de países del tercer mundo y para tratar de predecir qué fuerzas sociales podían ser movilizadas contra los gobiernos de izquierda.

El ALCAC no tiene arreglo. Los fanáticos del libre comercio prometieron que sus “reformas” permitirían un crecimiento económico y prosperidad sin precedente, pero bajo la superficie de las declaraciones oficiales existen cinismo y corrupción.

Al desmantelar las instituciones creadas para aliviar las contradicciones sociales y para regular la economía capitalista, los neoliberales han creado todavía más desigualdad e inestabilidad. Su Mundo Feliz ha reducido a países enteros a la miseria y está mermando rápidamente la considerable paciencia de la gente trabajadora en todos sitios.

No hay manera de hacer que el ALCAC sea “justo”, ya sea fortaleciendo las provisiones laborales o permitiendo que los países tengan un cierto nivel de protección para ciertos productos. Es un pésimo tratado desde cualquier perspectiva.

En 1848, Marx escribió que el libre comercio “empuja el antagonismo del proletariado y la burguesía hasta su punto extremo. En una palabra, el sistema de libre comercio apura la revolución social”. Esto, afirmó Marx, es su único aspecto recomendable.

Hoy día, sus palabras son más acertadas que nunca.

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