Brasil: Las traiciones de Lula estimulan la resistencia

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A principios de agosto, a ocho meses de comenzada la presidencia de Lula da Silva en Brasil, 25,000 manifestantes abarrotaron las calles para denunciarlo por atacar las pensiones de los trabajadores del Gobierno. Siendo un trabajador metalúrgico criado en la pobreza, se votó por Lula debido a la fuerza de su imagen populista. Pero en lugar de luchar contra los poderes corporativos por el bien de los necesitados, ha hecho lo contrario.

“Lo que están Uds. viendo es una revolución, pero no es una revolución socialista; es una revolución capitalista,” comenta el congresista Fernando Gabeira, miembro del propio partido de Lula, Partido dos Trabalhadores, o Partido de los Trabajadores (PT).

Abismo entre el rico y el pobre. Brasil ocupa el octavo lugar entre las economías industriales del mundo y es rico en recursos naturales que benefician a unos cuantos.

El uno por ciento de la población recibe el 50 por ciento de los ingresos nacionales. La mitad de los 180 millones de personas del Brasil vive en la pobreza, mientras que las corporaciones internacionales le roban al país cientos de millones de dólares en ganancias todos los años. Tres por ciento de la gente es propietaria de casi dos terceras partes de la tierra cultivable, la mayor parte de la cual se encuentra sin cultivar. Aproximadamente 25 millones de personas en las zonas rurales no poseen ninguna propiedad.

Estas condiciones propiciaron la victoria de da Silva. Sin embargo, él pretende que la gente espere mientras que le da prioridad a pagar $264,000 millones de deuda externa.

Devolución de un sueño. El PT comenzó en los años 80 como un partido socialista, anti-imperialista. Este legado está ahora reducido a una retórica vana debido a que los líderes del partido han buscado tener poder en la globalización corporativa.

Poco después de la elección de Lula, el PT se rehusó a apoyar un referéndum sobre el Área de Libre Comercio de las Américas que fue organizado por el MST (Movimiento de los Trabajadores sin Tierra), por los grupos de izquierda y por progresistas de la Iglesia. De los 10 millones que votaron, el 95 por ciento rechazó el ALCA como un plan para intensificar la dominación de EEUU.

Sin embargo, el movimiento campesino depositó sus esperanzas en Lula y aceptó el cese a la ocupación de tierras hasta después de las elecciones. Lula agradeció este sacrificio apenas cumpliendo con su promesa de instalar a las familias en tierras de cultivo vacantes y aceptando el violento desalojo de los ocupantes.

Su régimen está eliminando $39,000 millones del presupuesto, según lo exigió el Fondo Monetario Internacional, y está incrementando en $54,000 millones la cantidad para los pagos de la deuda. Los impuestos pagados por los trabajadores se han incrementado en un 27 por ciento desde que el PT tomó el poder, pero los impuestos de las empresas se han reducido.

La faena más grande ha sido la lucha por las pensiones de tres millones de empleados del Gobierno. La legislación propuesta por Lula anula la norma actual, la cual permite que los empleados se jubilen con el mismo ingreso que tenían en su último trabajo. Las pensiones estarán sujetas a impuestos; la edad de la jubilación será incrementada; las pensiones para las viudas serán reducidas en un 30 por ciento.

Como era de esperarse, los capitalistas brasileños que están vinculados con las grandes empresas internacionales están “encantados, extáticos y al borde del orgasmo,” según un columnista de São Paulo.

La oposición aumenta. A medida que los trabajadores del Gobierno incrementan la lucha por sus derechos, los campesinos sin tierras están reanudando la ocupación de tierras. También hay algo de oposición de parte del amplio sector radical del PT.

Una de las opositoras más fuertes es la senadora Heloísa Helena, miembro de la Tendencia Democrática Socialista del PT. Dicha tendencia está aliada con la Cuarta Internacional, organización mundial de socialistas revolucionarios. Helena ha criticado las prioridades corporativas del Gobierno y el servilismo ante el Banco Mundial.

En mayo, los líderes nacionales del PT votaron para someter a la Helena y a los congresistas Luciana Genro y João Batista de Araujo a una comisión disciplinaria por oponerse públicamente a las medidas del Gobierno. Genro y el congresista João Fontes fueron suspendidos del PT por distribuir un video que muestra a da Silva denunciando las reducciones en las pensiones, las cuales defiende actualmente.

En una era diferente, el PT se podría haber convertido en el partido laboral combativo que soñaron los desposeídos, los sindicalistas, los campesinos sin tierras, así como los negros, las mujeres, los gays y los indígenas, todos ellos oprimidos. Pero no se pueden tolerar los intentos de reformas cuando la economía capitalista mundial sufre de serios y prolongados problemas. Para que surja un cambio social, es necesaria la voluntad para oponerse a las fuerzas financieras internacionales y la ayuda de un movimiento mundial coordinado.

De manera inevitable, los brasileños explotarán cuando se vean afectados por la profundidad de la traición sufrida. La oposición radical debe estar lista para ayudarlos a construir un movimiento revolucionario fuera del PT — movimiento con un programa de principios que apoye las luchas cotidianas de los pobres del Brasil contra los depredadores internos así como contra los externos.

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