No se puede exagerar la importancia del movimiento sindical para los derechos de los trabajadores de EEUU, tanto en el trabajo como en otros ámbitos. Las épicas batallas libradas por el movimiento laboral organizado son las responsables de todo desde el día laboral de ocho horas hasta la libertad de expresión real. Los radicales de los sindicatos — socialistas, anarquistas, Wobblies — han sido fundamentales en dichas batallas.
Hoy en día los sindicatos se encuentran en grandes aprietos al igual que muchos de los derechos y mejoras que han logrado. Una razón importante es la larga historia de lealtad incondicional al Partido Demócrata; sin embargo, los funcionarios del movimiento laboral siguen utilizando cientos de millones de dólares de las cuotas pagadas por sus miembros para fomentar esta relación inútil.
Esta frase está un poco trillada pero, en este caso, no se puede evitar: el movimiento laboral se encuentra verdaderamente en una encrucijada. ¿Las bases del movimiento laboral seguirán insistiendo en dicho amor no correspondido? ¿O por fin se liberarán del segundo partido de Wall Street y exigirán un partido y un programa propios?
La realidad, por favor. En marzo, la AFL-CIO, la federación laboral más grande de EEUU, apoyó la reelección del presidente Barack Obama. Consideremos lo que él ha hecho para merecer semejante presea.
A pesar de la mayoría demócrata en el Senado y la Cámara de Diputados durante sus primeros dos años, Obama aún no ha cumplido con uno de sus mayores compromisos para con el movimiento laboral: una ley de “cheque-tarjeta” que disminuiría la capacidad de la gerencia para sabotear la organización sindical.
Además, mientras Obama complace a las multitudes con fuertes declaraciones acerca de la necesidad de reducir el desempleo, sus políticas han contribuido a eliminar 590,000 empleos del sector público desde que comenzó su gobierno. Otros empleos están en peligro debido al siniestro plan de su administración para “salvar” al Servicio Postal de EEUU en parte mediante la eliminación de las entregas de los sábados.
Obama ha superado a George W. Bush en deportaciones de trabajadores indocumentados, extendió los recortes fiscales de Bush a pesar de que los demócratas controlan el Congreso, y firmó el proyecto de ley JOBS diseñado principalmente para beneficiar a los especuladores financieros y no a los desempleados. También ignoró infamemente las apelaciones para impedir que la Guardia Costera, hoy día un sector militarizado del Departamento de Seguridad Nacional, interviniera a favor del gigante corporación de granos, EGT, contra el sindicato de estibadores de Longview, Wash.
Obama ha seguido abrazando las políticas económicas neoliberales que devastan a los trabajadores en este país y en otros, firmando recientemente un tratado de libre comercio con Colombia, donde los activistas sindicalistas a menudo están sujetos a la represión y a la muerte. En el Oriente Medio, ha convertido las guerras de Bush en ocupaciones permanentes.
Al anunciar su apoyo, la AFL-CIO arguyó que el gobierno de Obama ha “actuado con fuerza” para proteger los derechos de los trabajadores. Eso es lo que arguyen los líderes del movimiento laboral en el caso de todos los candidatos presidenciales demócratas, pero es una postura que contradice la realidad por completo.
Ayudando al enemigo. En lugar de ayudar a la causa, el que sindicalistas y simpatizantes sindicales voten por los demócratas contribuye directamente a la debilitación del movimiento laboral. Los demócratas han aprendido que no tienen que aportar nada al movimiento de los trabajadores para agradecerles su apoyo oficial.
¿Cuánto se tiene que reducir el número de miembros sindicales para que esta verdad genere una rebelión? ¿Al 10 por ciento? ¿Al 5 por ciento? ¿Al 2 por ciento? ¿Cuántos empleos sindicales se deben eliminar o privatizar?
El premio especial para Wall Street es que cuando los demócratas gobiernan, se pueden cometer los peores crímenes contra la clase trabajadora con la menor oposición, ya que los principales líderes sindicales se las arreglan para dar excusas y para tranquilizar a las bases. Si alguno de los Bush hubiera desmantelado la beneficencia pública o hubiera aprobado el TLC en lugar de Bill Clinton, ¿cómo habrían reaccionado los líderes sindicales?
Adaptar el plan de acción del movimiento laboral a lo que los políticos demócratas están dispuestos a aceptar, significa traicionar a los trabajadores. Y los primeros traicionados son siempre los trabajadores de más bajos salarios y más explotados: las mujeres, la gente de color, los inmigrantes. El principio de que “un agravio contra uno es un agravio contra todos” pasa a segundo término comparado con la necesidad de no poner a los “amigos” del movimiento en situaciones incómodas.
Un partido propio. Sin embargo, motivadas por la ira de las bases, las protestas se siguen dando a pesar de la excesiva cautela de muchos líderes sindicales.
Algunas veces la resistencia se manifiesta principalmente fuera del movimiento sindical, como en el caso de la rebelión por los derechos de los inmigrantes de 2006 y 2007. Con frecuencia es una explosión local que recibe el apoyo nacional, como fue el caso de la movilización por los derechos sindicales en Wisconsin del año pasado.
Imaginemos cómo serían de fuertes estas luchas si contaran con el poder de un partido de masas genuino que los apoyara — un partido laboral anticapitalista que fuera el defensor de los trabajadores dentro y fuera de los sindicatos; que identificara al enemigo y estuviera listo para luchar contra él; y que defendiera los intereses de los trabajadores en el exterior así como en EEUU. Con un partido así, el movimiento laboral podría montar una fuerte ofensiva contra el programa de austeridad de los grandes negocios y sus dos partidos.
¡También imaginemos el impacto si un partido laboral así estuviera organizando un desafío contra Obama para estas elecciones!
Vota por el cambio; lucha por el cambio. Ése es el partido de masas que necesitan los trabajadores. Pero sólo se logrará si los radicales dentro y fuera de los sindicatos, incluyendo los partidos socialistas, lo promueven y hacen que se logre.
Este esfuerzo es parte vital de la campaña presidencial del candidato Stephen Durham del Partido de Libertad Socialista (FSP), antiguo representante sindical en el lugar de trabajo y líder huelguista de bases, y de la candidata a la vicepresidencia, Christina López. Una organizadora feminista por los derechos de los inmigrantes, López ha sido miembro de varios sindicatos. Su campaña les proporciona a los defensores de la labor un camino para reunirse, crear estrategias, y forjar nuevas alianzas para lograr dicha meta.
La campaña de postulación por escrito también nos proporciona la oportunidad de votar por candidatos que defiendan lo que quiere realmente la gente trabajadora ahora mismo, desde un plan práctico para emplear a todos hasta pasos concretos para crear un medio ambiente más saludable. Asimismo, le ofrece al pueblo la oportunidad de protestar contra las décadas de traición demócrata y de votar de manera positiva. También le proporciona al pueblo la oportunidad de compartir sus ideas acerca del significado del socialismo y la manera de terminar con la explotación de clase de una vez por todas.
Involúcrate en la campaña de Durham-López si puedes, y vota en noviembre por tus intereses de clase verdaderos.
Durham y López acerca de Obreros y Sindicatos
Que se rechacen las leyes antisindicales y que se garantice el derecho de todos los trabajadores a organizarse y a hacer huelgas. Que se incremente el salario mínimo a $20 por hora. Que se desmantele la máquina bélica de EEUU y que se financie públicamente los programas masivos de capacitación y trabajos con salarios sindicales, con cuidado infantil. Que se restaure la acción afirmativa, incluyendo las cuotas.