El polvorín cubano un año después de la revuelta del 11 de julio

26 de abril de 2022 — Cientos de personas esperan en las filas masivas de alimentos que se han convertido en parte de la vida cotidiana en La Habana. Foto cortesía.
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Han transcurrido doce dolorosos meses desde que decenas de miles de los cubanos más pobres salieron a la calle en decenas de ciudades el 11 de julio de 2021. El estallido espontáneo de frustración fue provocado por los cierres por el Covid, la inflación astronómica y la falta de alimentos, medicinas, electricidad, transporte y salarios para sobrevivir. Fue la protesta más grande desde la Revolución de 1959. Si bien el principal culpable sigue siendo el bloqueo estadounidense, muchos isleños culpan a la distribución desigual de la escasez.

Todo lo que hicimos fue marchar. El presidente designado de Cuba, Miguel Díaz-Canel, indiferente antes el sufrimiento del pueblo, vio el levantamiento como un desafío a la autoridad del Partido Comunista de Cuba (PCC). Proclamó que sus miembros son “dueños de las calles,” emitió una “orden de combate” y ordenó a sus simpatizantes que aplastaran a los jóvenes manifestantes, entre quienes había muchos afrodescendientes y muchas mujeres. Se enviaron camiones llenos de miembros del partido que empuñaban garrotes a los puntos álgidos de las manifestaciones para disolverlas.

El presidente cortó las telecomunicaciones para silenciar las noticias de las protestas. Más de mil manifestantes fueron capturados, a veces golpeados y acusados ​​de injurias al presidente o de delincuencia. Algunos fueron acusados ​​de sedición, castigable con hasta 30 años de prisión. Un joven negro, Diubis Laurencio Tejeda, recibió un disparo en la espalda por parte de un policía. Días después, en medio del duelo, su madre se suicidó.

Una revolución en el precipicio. Desde julio de 2021, los servicios de salud cubanos han superado el Covid vacunando a toda la población, pero persisten otras condiciones que causaron las protestas, y muchas han empeorado.

Todos los días, los cubanos pasan horas haciendo cola con la esperanza de conseguir algo para comer en los puntos de venta estatales mal abastecidos y caros. Gran parte de la isla sufre apagones prolongados, los cuales paralizan los lugares de trabajo, las escuelas y los hospitales y sumergen en la oscuridad a las casas del trópico que carecen de ventilación. Con escasas raciones de alimentos, pocos artículos de limpieza y la necesidad de trabajar a la luz de las velas, se ha triplicado el tiempo que las mujeres dedican al trabajo doméstico.

Cuando los cubanos exponen y denuncian el suntuoso estilo de vida de sus élites gobernantes en Facebook, son interrogados por la policía política. Aquellos que persisten se enfrentan a la vigilancia, al acoso y a una posible pérdida de trabajo o expulsión del país.

Desde octubre de 2021 hasta mayo de 2022, más de 140,000 cubanos abandonaron la esperanza y vendieron sus posesiones mundanas para financiar un escape de la represión y la miseria. El éxodo continúa, drenando el 1% de la población cada seis meses.

Quienes no tienen recursos para emigrar son presa de la ansiedad y la desesperación. Este junio, Amelia Calzadilla, una joven madre de tres hijos, irrumpió en las redes sociales con videos explosivos que demuestran las dificultades de mantener a su familia sin gas para cocinar, sin leche para sus hijos y sin la capacidad de pagar la electricidad. Una docena de madres siguieron su ejemplo con similares testimonios desgarradores. Algunos simpatizantes del PCC condenaron a Calzadilla por antipatriótica, pero cuando muchos miles de personas expresaron su solidaridad con las madres, los líderes del partido recularon.

Comunista sólo en nombre. El PCC, único partido legal, ha abandonado toda aspiración al socialismo. Se está moviendo para consolidar el poder absoluto y asegurar una transición ordenada al capitalismo que enriquezca a sus principales jefes y a sus cabecillas militares. El PCC modela su contrarrevolución en los partidos “comunistas” chinos y vietnamitas que regalaron medios colectivos de producción a los leales que ahora obtienen ganancias privadas espectaculares de la explotación del trabajo de sus vecinos.

Sin embargo, el deseo de socialismo sigue siendo fuerte entre un número creciente de cubanos conocidos como la izquierda crítica.

Entre ellos se encuentran revolucionarios de la tradición internacionalista trotskista que confrontan los privilegios burocráticos y la corrupción, desafían la represión estatal y exigen la libertad de expresión. Agitan y educan en pro de una sociedad socialista más equitativa, democrática y avanzada de lo que la humanidad ha logrado hasta ahora. Su proposición directa para salvar y extender la Revolución Cubana es que estén a cargo aquellos que realmente hacen el trabajo.

Yurisbel Martínez Suárez es miembro del Comité Editorial de ComunistasCuba.org.

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