ESTADOS UNIDOS COMBATE LA REBELIÓN EN COLOMBIA

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Bill Clinton no iba permitir que nada interfiriera con su visita triunfante a Colombia en Agosto. Él había logrado la aprobación congresional de 1,300 millones de dólares en asistencia a Colombia con la mayoría de los fondos designados para el ejército asesino, y tenía la intención de entregarles el dinero personalmente.

No hay que mencionar que el congreso hizo que esta asistencia económica, supuestamente destinada para combatir el narcotráfico, se basara condicionalmente en ciertas protecciones endebles de los derechos humanos.

Clinton simplemente las derribó.

No hay que mencionar que en los dos meses después de que se aprobara la asistencia, soldados colombianos cometieron por lo menos tres masacres, incluyendo la matanza de seis escolares en un viaje al campo.

Ni tampoco hay que mencionar que el dinero estadounidense va equipar a este ejército con una nueva flota de helicópteros de combate y tres batallones más de soldados, entrenados y armados por el Tío Sam. La creciente actividad militar junto con la defoliación de químicos tóxicos en zonas donde crecen la coca causará daños enormes a los trabajadores y campesinos colombianos, entre ellos 10,000 de los cuales se convertirán en refugiados.

En resumen, no hay que mencionar que la “asistencia” estadounidense es una declaración de guerra en contra del pueblo colombiano y una usurpación de su derecho a la autodeterminación.

Una opción categórica: asfixia o socialismo. Cuando Clinton llegó a Colombia, con un equipo incluyendo a la Secretaria de Estado Madeleine Albright y once representantes del congreso, él tenía más que un cheque que entregar.

Él llevaba un mensaje inequívoco para toda América Latina: Esto es como los EE.UU. le responderán a cualquier país que solamente contemple la revolución.

El motivo real de los EE.UU. es eliminar no a los narcotraficantes sino a las guerrillas izquierdistas. De lo que verdaderamente se trata son las inversiones lucrativas de compañías como Occidental Petroleum y BP Amoco.

Apoyado por los EE.UU., el ejército colombiano lleva a cabo su campaña de contrainsurgencia en colaboración con los paramilitares derechistas, quienes asesinan más sindicalistas que en cualquier otro lugar en el mundo. Miles de campesinos, periodistas, y estudiantes mueren también.

Los dos objetivos guerrilleros más grandes de los escuadrones de la muerte oficiales y no oficiales son las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). FARC apareció como respuesta a la represión intensa de la oligarquía latifundista en contra de un movimiento de auto-defensa campesina encabezada por comunistas en los años 50; sus 17,000 tropas controlan grandes zonas del sur de Colombia y una zona alrededor de la capital, Bogotá. El ELN de 5,000 miembros, fundado en 1964 por intelectuales y clérigos inspirados por la revolución cubana, domina territorio en el norte.

Tanto las FARC como el ELN son fundamentalmente reformistas armados. Quieren ver el fin a los problemas económicos de Colombia – incluyendo el 20 por ciento de desempleo, el trabajo infantil en las minas, y la mitad de la población viviendo en la pobreza – condiciones creadas por el Fondo Monetario Internacional y las naciones poderosas que ésta representa. Pero ni FARC ni ELN están abiertamente organizando para la revolución socialista.

Sin embargo, el considerar a América Latina en su totalidad y el papel de los EE.UU. en la región, nos muestra qué profundamente es necesaria esta perspectiva.

Nada menos que una transformación social radical en todo el hemisferio acabará la historia de interferencia mortal y el empobrecimiento. Desde 1848, los EE.UU. han asesinado a un presidente Chileno, han invadido a México, Guatemala, Panamá, y Granada, y han aplastado la revolución en Nicaragua y El Salvador.
En la actualidad, el Departamento de Estado norteamericano describe Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, y Bolivia como un “arco de crisis.” Huelgas y manifestaciones masivas por toda la región parecen desbaratar el programa de privatización y explotación acelerada del FMI.

¡Largo a EE.UU! La iniciativa de Clinton de asistencia para Colombia, como casi dos siglos de intervención norteamericana del pasado, esta diseñada para proteger los intereses de empresas multinacionales contra los super-explotados, desesperados e indignados ciudadanos de América Latina. Notablemente se oponen actualmente grupos tan diversos como los Veteranos para Estrategias Sobre Drogas Más Efectivas y la AFL-CIO a la política norteamericana en Colombia.

Entre las demandas que estos grupos que se oponen a la intervención estadounidense deberían presentar son las siguientes: cortar todos los fondos de los EE.UU. para las armas, cerrar la CIA y todas las bases militares y de espionaje norteamericanas en América Latina, y cancelar la deuda externa de todos los países de la región.

Éstos son los tipos de medidas – no la falsa y destructiva guerra contra las drogas, o reformas legales forzadas sobre Colombia por el imperialismo estadounidense – que podrían crear una vida más segura para la gente acosada de Colombia.

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