Feminismo: el ingrediente ausente por la Izquierda de Guatemala

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Las Mujeres se enorgullecen en ayudar a difundir esta valiente acusación contra el chovinismo masculino en la Izquierda guatemalteca por parte de una revolucionaria feminista y trabajadora de la salud. El texto ha sido condensado ligeramente.

La participación política partidaria en la izquierda parece ser una preocupación de algunas/os miembros de organizaciones sociales y populares. Considero fundamental que también desde las mujeres se libren la discusión y el análisis sobre cómo debe ser incorporada la agenda feminista en estos ámbitos.

Los temores me parecen fundamentados desde el cuestionamiento del poder, base de la cultura patriarcal, dentro de las “viejas formas de estructurarse” de las organizaciones partidarias con tradición militar y verticales, en las que el paradigma de lucha cambió de las armas a las urnas.

Sin embargo, se mantiene intacta la práctica política basada en la conspiración, sectarismo, descalificación y por supuesto la predominancia del ejercicio del poder desde lo masculino, el adultismo, lo urbano y ladino.

También ocurre en las organizaciones no partidarias, populares y sociales, incluso de mujeres, como parte del quehacer político para garantizar el “status quo”. Es preciso superar esas prácticas, proponer otras e involucrarse.

Como mujer inmersa en la política partidaria, creo que el partido puede ser una herramienta importante (no la única) para hacer cambios y transformaciones profundas en la sociedad, a través de lograr la administración del Estado.

Esto es crucial, al igual que la construcción del poder popular y la organización comunitaria alrededor de la lucha por la salud, el agua, los recursos naturales, la vida. Estos movimientos deben fortalecerse y potenciarse en estrecha relación con las organizaciones populares y partidos de izquierda sobre aspectos e intereses comunes.

La participación de las mujeres en espacios mixtos o en la relación con los compañeros de lucha (que puede ser incluso la propia pareja), en este caso en el ámbito partidario, resulta dura pues la apertura de espacios existe pero no bajo las mismas condiciones.

Una mujer, especialmente si es joven, puede ser castigada porque piensa, por ser autónoma e independiente, con ideas propias y propuestas políticas innovadoras basadas en la convicción, el compromiso y la ética revolucionaria; castigada con acoso sexual, competencia desleal, chismes, insultos, agresiones, conspiración y descalificación desde el mismo liderazgo.

Así, las capacidades y habilidades políticas de las mujeres son convertidas, ante los ojos de los “otros”, en producto de los encantos, coqueteos y manipulaciones “propios de ser mujer”.

Nuestras prácticas y participación pueden incluso ser atribuidas a “padrinos, responsables o mentores” que sí tienen legitimidad; todo esto porque amenazan al poder establecido y opacan su propio liderazgo, ocasionando desencanto de lo que supone ser un proyecto distinto.

Es necesario repensar un proyecto histórico revolucionario de izquierda que dé cabida a todos los proyectos incluyendo el feminista, el cual debe plantearse cómo el modelo económico neoliberal afecta las vidas de las mujeres de manera directa, especialmente las del campo e indígenas, y denunciar la estrategia de colonización implementada por Estados Unidos.

Las organizaciones de izquierda deben apostarle a una revolución desde lo interno para forjar cambios sociales, plantearse nuevas formas de ejercicio del poder, promover la equidad y el respeto a las diferencias. Todo ello en un ambiente propicio para que las mujeres podamos evidenciar con naturalidad estas prácticas que promueve la ideología dominante desde las relaciones de poder.

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