Entrevistado en Seattle, Kiran Oommen sonríe. “A los 22 años, estoy en la cima del movimiento climático de los jóvenes. Cuando era estudiante de segundo año de prepa, estaba solo. Trabajé con activistas mayores, aproximadamente de la edad que tengo yo ahora. Mis hermanos menores son parte de todo un movimiento en la escuela “.
Greta Thunberg es una de esas hermanas menores, al menos en espíritu. En agosto de 2018, cuando tenía 15 años, protestó sola frente al parlamento sueco, lanzando lo que se convertiría en la campaña Huelga Escolar por el Clima.
Dos meses después, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) publicó un informe especial que establece la necesidad de limitar el calentamiento global a 1.5 °C como en tiempos preindustriales. Se calcula que el mundo solo tiene hasta 2030 para reducir drásticamente las emisiones de combustibles fósiles y aumentar las medidas como la reforestación para extraer el carbono de la atmósfera.
Jóvenes de todo el mundo tomaron en serio las terribles advertencias y ahora están reformando el movimiento ecologista al hacer un llamado por la justicia climática para aquellos que son pobres e ignorados y al exigir la protección del planeta.
El movimiento arranca. Una de las organizaciones que juegan un papel en el aumento es Rising Tide, una coalición internacional creada en 2000 por organizaciones ambientales establecidas para la acción en la COP6, el sexto congreso anual de países que participan en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En los Estados Unidos, los grupos incluyen a Sunrise Movement y Zero Hour, los cuales se crearon en 2017. Sunrise dirigió protestas en las oficinas del Congreso en noviembre y diciembre de 2018.
Extinction Rebellion es multigeneracional, y cuenta con un ala juvenil. Se fundó en 2018 y llevó a cabo acciones de desobediencia civil de alto perfil en Londres en noviembre de 2018 y abril de 2019.
La Huelga Escolar por el Clima, inspirada en Greta Thunberg, también conocida como Viernes para el Futuro o FFF (por sus siglas en inglés), se hizo mundial rápidamente.
En noviembre y diciembre de 2018, estudiantes se reunían los viernes para coincidir con la conferencia climática de la ONU en Polonia (COP24). En 2019, las huelgas movilizaron a más de un millón de personas en 125 países el 15 de marzo y a cientos de miles el 24 de mayo. Del 20 al 27 de septiembre, hasta 7.6 millones de personas se manifestaron en 185 países.
Se planean más huelgas para el 29 de noviembre y el 6 de diciembre, para lidiar con la COP25 de la ONU del 2 al 13 de diciembre en Madrid.
Los tribunales son otro frente en la lucha. Kiran Oommen es uno de los 21 demandantes en Juliana v. Estados Unidos. El caso argumenta que el gobierno, al no actuar contra el cambio climático, ha dañado significativamente los derechos de los reclamantes a la vida y la libertad. Este dramático caso ha logrado mantenerse con vida en los tribunales desde 2015 a pesar de los grandes esfuerzos del gobierno federal para aniquilarlo.
Oommen enfatiza cómo usan las demandas para organizarse. “Organizamos manifestaciones cada vez que tenemos citas en los tribunales”, le comenta a Freedom Socialist. “Nos consideramos parte del movimiento. El nuestro fue uno de los primeros, pero ahora hay demandas como esta a nivel mundial, de jóvenes que exigen la rendición de cuentas de los gobiernos y las corporaciones. Muchos somos jóvenes de color, por lo que representamos toda la gama de las personas afectadas por el calentamiento global “.
Otra demanda, Sinnok v. el estado de Alaska, está compuesta por 16 jóvenes de Alaska de entre 5 y 22 años. El demandante principal es Esau Sinnok, un inupiaq de Shishmaref, un pueblo de la isla que se está destruyendo por el aumento en el nivel de los mares y el derretimiento del permafrost. Al promover los combustibles fósiles que desestabilizan el clima, el estado está poniendo en peligro la supervivencia misma de estos jóvenes.
Luchando por la justicia climática. En el pasado, el impulso para proteger el medio ambiente se centraba en gran medida en la ecología como un tema único y sus defensores a menudo veían los intentos de considerar las cuestiones de justicia social como factor de división. Esto ha cambiado
El FS entrevistó a Mara Orenstein, también activista de 22 años, junto con Oommen, declarando que: “El movimiento climático juvenil se orienta hacia la justicia para todos los marginados”.
Orenstein describe su causa como anticolonial y antiimperialista y habla de oponerse al surgimiento de la extrema derecha en Bolivia como un ejemplo. “Defender los derechos de los pueblos indígenas que luchan por sus tierras no está separado del movimiento ambientalista”.
“Los derechos de los inmigrantes y refugiados son otro vínculo con la justicia ambiental”, agrega, y Oommen señala que estas son las personas desplazadas por la destrucción ambiental.
Oommen condena a las fuerzas armadas estadounidenses como uno de los peores actores climáticos. “En nuestra generación, la guerra se hizo algo normal. Los soldados regresan hablando de la destrucción que está llevando a cabo nuestro país.” Él y Orenstein están trabajando con Rising Tide de Seattle en solidaridad con el pueblo kurdo de Rojava en el norte de Siria y por los derechos de los palestinos. “Todo está relacionado”, declara.
Ambos trabajan con activistas climáticos que también luchan contra las políticas patriarcales y antigay de los militares y contra la prohibición de las personas trans en el ejército. Defienden los derechos sindicales y de los trabajadores y exigen la creación de empleos en el ámbito de la energía limpia.
La juventud de color es prominente en el esfuerzo climático actual. Incluyen, entre muchos otros, a Alexandria Villaseñor y a Bruno Rodríguez, huelguistas escolares en la ciudad de Nueva York y Buenos Aires; Autumn Peltier, protector de agua de las Primeras Naciones en Canadá; y Helena Gualinga, de la Amazonía ecuatoriana.
¿Qué camino tomar hacia la supervivencia? Las huelgas climáticas mundiales en septiembre de 2019 se dirigieron contra una Cumbre de Acción Climática de la ONU que se celebró el 23 de septiembre en la ciudad de Nueva York, y una vez más no lograron tomar medidas enérgicas para resolver la emergencia planetaria. Los líderes mundiales, encargados de mantener el estatus quo de las corporaciones, por las corporaciones y para las corporaciones, continúan, en su mayor parte, perdiendo el tiempo mientras el planeta arde.
En algunos sentidos, ya habíamos estado en esta situación. El movimiento de prohibición nuclear de la década de 1950 se enfrentó al mismo problema existencial de la supervivencia humana. Las manifestaciones mundiales de marzo de 2003 contra la inminente guerra en Irak fueron las más grandes de la historia. Estos y otros movimientos han sido ignorados por los poderosos. Entonces, con tanto en juego, ¿cómo puede el movimiento climático detener actualmente el peligro de la exterminación cuando otros han fracasado?
Podemos aprender del pasado, y es imperativo que lo hagamos. Los eco-activistas y escritores identifican cada vez más al capitalismo como la causa de la crisis climática. No obstante, las soluciones propuestas todavía tienden a evitar la conclusión lógica: el sistema de lucro debe ser confrontado directamente y reemplazado. El único camino a seguir es el revolucionario, y ese curso requiere del tipo de planificación y acción colectivas, disciplinadas y democráticas que una organización revolucionaria puede proporcionar.
El actual movimiento liderado por jóvenes, con su conciencia y composición en expansión, es muy prometedor. El desafío ahora es llegar hasta el final.