La gran división: La contienda presidencial de EEUU es un reflejo de la creciente polarización de la sociedad

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¿Quién va ganando? Al escribir estas líneas, del lado del Partido Demócrata, la máxima operadora política, Hillary Clinton, se enfrenta al teóricamente “independiente” Bernie Sanders, el socialista del sistema. Del lado republicano, la competencia principal existe entre dos hombres que nunca han ocupado cargos políticos: el grosero, crudo misógino y racista Donald Trump, multimillonario gracias a su aprovechamiento de las leyes de bancarrota corporativa, frente a Ben Carson, un neurocirujano jubilado y fundamentalista cristiano que no cree en la evolución.

Candidatos de segundo nivel incluyen a todos, desde los dos hijos de inmigrantes que quieren construir el mejor y mayor muro fronterizo hasta una CEO de Hewlett-Packard despedida que presume de su experiencia en los negocios.

Un variopinto grupo de hecho, pero que refleja lo que está sucediendo fuera del ámbito electoral. Los concurridos escenarios de debate reflejan la creciente polarización de la sociedad en su conjunto, en gran parte causada por la profunda inquietud de la gente acerca de la economía y su lugar en ésta.

Los candidatos también representan la agudización de una tendencia según la cual la democracia capitalista, representada por el proceso electoral, se está volviendo cada vez menos democrática.

Las divisiones son el resultado del desplome del sistema. Es fácil ver cómo las inseguridades de las personas están creando profundas divisiones en los EE.UU. y todos los candidatos están tratando de sacar provecho de estos temores.

Tus beneficios se han reducido y estás preocupado de que puedas estar incluido en la próxima ronda de despidos en el trabajo: ¿culpas a Wall Street, por ejemplo, a Sanders? ¿O a China, India, y a los trabajadores inmigrantes, como Trump te anima a que lo hagas?

Defensores de Planned Parenthood contra los fetichistas del feto, manifestantes de las Vidas Negras Importan enfrentándose a policías militarizados, “Dreamers” juveniles opuestos a los fanáticos de la deportación: éstas son las brechas que separan dramáticamente a la gente. No hay consenso, ni siquiera el intento de que lo haya, y nuestros políticos reflejan eso.

El escritor marxista George Novack asocia la polarización social con unas raíces profundas. Él explica en el libro Democracia y Revolución que dicha polarización surge de la naturaleza esencial de la democracia capitalista – que, como la economía capitalista, se ha incorporado en las contradicciones que finalmente la ofuscan y la llevan a su decadencia.

La democracia capitalista siempre les ha prometido a la clase trabajadora y a las clases medias los beneficios que el sistema de lucro no está diseñado para brindar. Siempre ha incluido mentiras e ilusiones, porque se trata de mantener una pequeña clase dominante a expensas de todas las demás – mientras finge que el sistema funciona para todo el mundo.

Novack hace hincapié en que el sistema se basa en dos cuestiones para mantener al 1 por ciento en el poder. Estas dos cuestiones son las instituciones de la fuerza y la represión – la policía, los tribunales, el ejército, etc. – además del adoctrinamiento. El componente ideológico está diseñado para persuadir a la gente de que el sistema capitalista es el mejor sistema posible, el cual les brinda la mejor oportunidad de una buena vida y el sistema más democrático. Y el proceso electoral es fundamental para mantener esta fe en la democracia.

Sin embargo, conforme pasa el tiempo, especialmente cuando la economía se degenera, el adoctrinamiento se desgasta. La gente empieza a preguntarse si no hay otra alternativa, después de todo, y el conflicto de clases se intensifica. Pero la respuesta a los tiempos difíciles y la desilusión no es la misma para todo el mundo; y se da la polarización. El status quo es desafiado por los socialistas y otros radicales de izquierda, y por demagogos reaccionarios e incluso por fascistas descarados de la derecha. Para mantenerse firme, recurre cada vez más a la policía, a la supresión de las libertades civiles y a la criminalización de las protestas.

El proceso electoral refleja los trastornos y las divisiones en la sociedad en general, y, a su vez, la demagogia populista de los políticos los agrava. Lo que vemos hoy en día no es nada nuevo; es la intensificación de la larga decadencia de la democracia capitalista, más o menos a la par con la economía capitalista – básicamente, la tendencia del sistema a irse al infierno.

Desafío desde las bases, las grietas en la fachada. Sin duda, la polarización extrema de la derecha – representada más agresivamente en las elecciones por Trump y Carson – es peligrosa. Pero es sólo un lado de la historia.

Existe un polo de izquierda, y se está haciendo más fuerte también. Jóvenes de color que protestan por la intensificación del estado policial. Maestros en huelga que exigen mejores salarios, clases más pequeñas y educación pública bien financiada. Sindicatos que apoyan a socialistas como Sanders y Kshama Sawant. Trabajadores de comida rápida que se movilizan por $15 la hora y por un sindicato.

Hay otras señales esperanzadoras. La clase dominante está perdiendo su influencia ideológica en las personas, las cuales tienen cada vez menos confianza en los políticos y en el sistema; se abre así la puerta a una mayor radicalización. El resultado son cuestiones como la decisión de los Ciudadanos Unidos que dan a las empresas el derecho de gastar tanto dinero en comprar las elecciones como quieran, lo cual es necesario para manipular un proceso en el que la gente está perdiendo la confianza.

Del mismo modo, todos los esfuerzos para mantener a las personas pobres, los negros, los inmigrantes, los votantes de izquierda, etc., lejos de las urnas es una admisión del fracaso del capitalismo estadounidense para ganarse los corazones y las mentes y es, además, un esfuerzo para impedir el crecimiento de una alternativa radical.

Más allá de las elecciones. Esto nos lleva a la cuestión de cuánto importan realmente las elecciones.

En el curso normal de la sociedad, el resultado de unas elecciones individuales no cambia la dirección general en la que se está moviendo la misma. Piensa en los últimos gobiernos, demócratas y republicanos, en relación a la tendencia de los siguientes acontecimientos: la guerra permanente; la destrucción de la beneficencia; la erosión de los derechos sindicales, las libertades civiles y la libertad reproductiva; el crecimiento de la policía estatal; la inestabilidad económica; el creciente abismo entre ricos y pobres. No es un cuadro bonito, pero es constante.

Sin embargo, importan mucho la polarización social que subyace a la polarización electoral y el deterioro general de la situación que subyace a ambos. Y en algún momento, podría dar lugar a que un reaccionario ultraderechista ascendiera a la presidencia.

Esta posibilidad extrema pone de relieve la importancia del papel de la izquierda organizada y del movimiento obrero. Cualquier éxito que los candidatos de izquierda o sindicales tengan en la arena electoral crea nuevas posibilidades. Más fundamentalmente, sin embargo, se trata de los radicales de la clase trabajadora que luchan todos los días para educar a la gente, para ganarse su confianza – para persuadir a las personas que todavía no están convencidas de que el actual proceso electoral es una farsa y para demostrar que es posible una alternativa humana anticapitalista.

Y, sobre todo, se trata de grupos socialistas que toman la iniciativa y el liderazgo para ayudar a todas las fuerzas de la oposición, desde los sindicalistas militantes hasta los liberacionistas LGBTQ y los jóvenes de color en las calles, para que se unan y luchen como uno solo.

Encuentra artículos previos sobre Bernie Sanders en www.socialism.com. Los próximos números del Freedom Socialist analizarán a otros candidatos con más detalle y ofrecerán recomendaciones.

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