Es el berrinche que pasará a la historia. A pesar de que su opositor obtuvo 306 votos decisivos en el Colegio Electoral y un pequeño margen de victoria en el conteo popular, Donald Trump todavía se negaba a conceder la elección a Joe Biden semanas después del día de las elecciones.
El resultado del concurso puede ser claro para todos, excepto para Trump y sus seguidores más acérrimos, pero su significado se debate acaloradamente. Los demócratas afirman que han “recuperado” el Midwest mientras reclaman una nueva conquista en el Sudoeste. Sin embargo, en la realidad las elecciones no representan el apoyo a ninguno de los partidos ni a sus líderes. Fue un referéndum acerca de una persona, Trump, y resultó que la mayoría de los electores querían que se fuera.
De suma importancia: la economía. Después de cuatro años de un gobierno destructivo, odioso y tempestuoso, se le mostró la puerta a Trump. Aún así, más de 73 millones de personas votaron por él, y eso tiene a muchos expertos, radicales y progresistas rascándose la cabeza.
Muchos comentaristas atribuyen esto al racismo de los electores, lo cual fue el caso. En 2016, Trump ganó algo de apoyo al provocar la histeria debido a los inmigrantes que llegaban a los Estados Unidos para “violar y asesinar”. En 2020, enfocó su mensaje de “ley y orden” en los manifestantes de Black Lives Matter (las Vidas Negras Importan).
El sexismo también jugó un papel. Después de perder parte del apoyo de los evangélicos debido a las no demasiado cristianas separaciones de familias en la frontera, Trump se esforzó por construir su base entre los católicos de derecha y antiaborto como compensación por la pérdida. En enero de 2020, fue el primer presidente en asistir y hablar en la Marcha Católica por la Vida en sus 47 años de historia.
La histeria comunista también fue un factor. El pequeño pero muy publicitado aumento del apoyo a Trump por parte de los latinos provino en parte de los electores anticomunistas con raíces en países como Cuba y Venezuela.
Sin embargo, en estas elecciones, como en la mayoría, el tema número uno para los electores fue la economía. Mucha gente aceptó la presunción de Trump de que él personalmente fue responsable de incrementar las oportunidades y de crear un número récord de puestos de trabajo. Asimismo se creyeron la historia de que él no tenía la culpa del desastre económico provocado por la pandemia.
Los creyentes en el “pensamiento mágico” del presidente incluían a un gran número de personas de la clase trabajadora, así como a inmigrantes asiáticos y latinos que encontraron oportunidades económicas iniciando pequeñas empresas. Se encontraban entre muchos propietarios de todos colores que eran dueños de tiendas que, aunque se vieron profundamente afectados por el impacto financiero del Covid, aún creían en la idea de que Trump era bueno para la salud de los negocios.
Factores a favor y en contra de los demócratas. Por su parte, los demócratas pensaron que podían comprar la elección gastando $ 6,900 millones a diferencia de los $3,800 millones que gastaron los republicanos en la campaña presidencial. En general, las elecciones de 2020 fueron las más costosas de la historia, con una suma absurda y obscena de $ 14,000 millones.
Los republicanos solían ser vistos como el partido de los peces gordos y Wall Street, mientras que los demócratas eran percibidos como el partido del “hombre trabajador”. No obstante, hoy en día mucha gente lo ve de la manera opuesta: los demócratas son el partido de las élites y el Partido Republicano de Trump es el partido “populista”.
La elección de Biden fue en gran medida una elección en contra de Trump. Y, para asegurar la victoria de Biden, el factor decisivo para los demócratas fueron las mujeres de color, especialmente las mujeres negras. Según las encuestas de salida, el 91% de las electoras negras eligieron al retador. También merecen una gran parte del crédito por la participación electoral más alta en la historia de los Estados Unidos, debido a sus decididas campañas para registrar nuevos votantes y obtener el voto.
Asimismo, Trump tuvo en su contra la acción de bases de 2020 que animó a la gente a exigir justicia racial y una política más humana y racional para lidiar con la pandemia, sobre todo para proteger a los trabajadores. Sin estos movimientos, el resultado de las elecciones podría haber sido muy diferente.
Mirando hacia el futuro. Las elecciones no resolvieron nada, porque no resuelven ninguno de los problemas extremos que enfrenta el país y que lo dividen. La retórica de Biden de sanar y unificar al país es una retórica hueca.
Biden es el candidato demócrata más conservador, convencional y de la vieja guardia que su partido podría haber presentado. Y aunque la ex-fiscal Kamala Harris pasará a la historia como la primera mujer y la primera mujer de color en ser vicepresidenta, está muy a la derecha de muchas de las personas con las que compartió el escenario durante las elecciones primarias demócratas.
El presidente electo ha repudiado explícitamente el programa de la tendencia izquierdista de su partido, diciendo no al Medicare para Todos, no al Green New Deal y sí al fracking. Biden promete un regreso a la “normalidad” y una estrategia paulatina para resolver problemas a través del compromiso y el bipartidismo. Como todo presidente de Estados Unidos, será un guardián del status quo de la clase dominante, y eso incluye proteger el papel de Estados Unidos como el principal país imperialista del mundo.
El “gradualismo” no erradicará los males sociales y materiales como el racismo sistémico, la pobreza, la dramática emergencia climática, el militarismo estadounidense que amenaza al mundo, y la persistente negación de los derechos de los trabajadores, los disidentes, las mujeres, las personas LGBTQ +, los inmigrantes,y los jóvenes y ancianos. Estas son crisis profundamente arraigadas que solo pueden resolverse mediante un cambio fundamental. La historia nos lo demuestra. En el pasado, han sido necesarias revoluciones, incluida la Guerra Civil de los Estados Unidos, para abordar problemas tan importantes como los actuales.
El liderazgo tendrá que provenir de alguien que no sean los políticos capitalistas. Tendrá que provenir de las bases, a través de la organización comunitaria y laboral, y podrá apoyarse en los avances recientes logrados a través de la militancia renovada en los movimientos sociales y las victorias logradas por una izquierda emergente en el movimiento obrero; por ejemplo, la exitosa organización para expulsar a los policías de los sindicatos y la aprobación de resoluciones de huelga general como respuesta a la decisión de Trump de robarse las elecciones.
Cuando un reportero de Freedom Socialist le preguntó a una joven negra llamada Asha sobre las elecciones la noche en que se anunció el resultado en un vecindario de Seattle, ella expresó este mensaje:
“Es genial que Trump se haya ido, pero me preocupa un poco que la gente piense que todo está resuelto y no lo está.
“Las vidas de los negros siguen siendo importantes y todavía tenemos que sacar a nuestra gente de la cárcel y a los niños de las jaulas. Por eso tenemos que trabajar juntos”.