No es común que los pobres venzan a los ricos, pero el 15 de agosto los pobres de Venezuela — los campesinos sin tierra y los mal pagados o desempleados trabajadores, quienes representan la mayoría del pueblo — hicieron justo eso. Dos veces antes en elecciones nacionales, en 1998 y en el 2000, les arrebataron el poder político a las clases privilegiadas votando abrumadoramente por Hugo Chávez. En el 2002, se levantaron en defensa de su gobierno y derrotaron al golpe militar respaldado por los EEUU, y ahora han vuelto a ganar una vez más.
¿Qué será necesario para que la clase dirigente de Venezuela deje de intentar hundir la sorprendente nave que transporta a la enardecida clase pobre? Lo más probable es… consumar la revolución.
Aparentemente, Chávez no quiere llegar tan lejos pues afirma que su gobierno no tiene como cometido abolir el lucro privado sino sólo distribuir la tierra y la riqueza más equitativamente. Empero, lo que este líder populista ha suscitado en Venezuela puede, un día, tener como fundamento, ideas más radicales que las del propio Chávez.
El alba del cambio. Al principio Hugo Chávez fue elegido por la fuerza de su promesa de aliviar la miseria de las legiones de pobres en Venezuela. Esto ocasionó el principio de lo que se conoce como la Revolución Bolivariana, llamada así en honor del liberador del siglo XIX, Simón Bolívar. Fue una rebelión realmente necesaria.
Ochenta por ciento de la población del país, en su mayoría indoafricanos, vive en la pobreza. El tres por ciento de la población es propietaria del 77 por ciento de la tierra arable. El 70 por ciento de los alimentos son importados. El cincuenta por ciento de los trabajadores están empleados en el precario sector informal y la mayoría son mujeres, jóvenes e inmigrantes indocumentados. Setenta por ciento de los hogares son gobernados por mujeres. La tasa de desempleo ha llegado a casi el 20 por ciento. Las políticas de la OMC y el FMI han hecho de Venezuela, un país rico en recursos, una nación dependiente con millones de personas que no quieren tener nada más que ver con banqueros yanquis ni con sus colaboradores venezolanos.
Uno de los recursos más importantes de Venezuela es el petróleo — y tiene mucho. Chávez ha utilizado los ingresos de dicho oro líquido para cumplir algunas de sus promesas. Cerca de un millón de niños pobres reciben ahora educación gratuita; 1.2 millones de adultos han aprendido a leer y escribir; se construyeron tres nuevas universidades para el 2003 y seis más estarán en funcionamiento para el 2006. El gobierno ha triplicado el presupuesto para la salud y Cuba ha enviado entre 10,000 y 15,000 médicos para trabajar en distritos pobres que ahora cuentan con miles de clínicas comunitarias.
Además, la admirable nueva constitución de Venezuela trata tanto del racismo como del sexismo en una amplia gama de cuestiones como los sueldos discriminatorios, el cuidado médico y la violencia intrafamiliar. No es sorprendente que fueran mujeres negras e indígenas quienes encabezaron la bajada desde las colinas de Caracas de millones de personas para rescatar al gobierno durante el golpe militar de derecha de abril del 2002.
En breve, el poder popular de las masas está creciendo y ya ha realizado impresionantes logros. La victoria del referéndum del 15 de agosto es el más reciente.
Unas elecciones históricas. Nunca antes se había sometido a un jefe de estado venezolano a un referéndum para su destitución. Nunca antes observadores internacionales habían vigilado tan de cerca unas elecciones en el hemisferio occidental. Nunca antes tantos electores venezolanos, más del 90 por ciento, habían acudido en masa a votar. ¡Y es muy raro que unas elecciones las pierda el partido apoyado por los medios masivos, los intereses financieros y Washington!
El referéndum ofrecía opciones extremas: en pro o en contra de la redistribución de la tierra, en pro o en contra de los impuestos para los ricos, en pro o en contra de los EEUU y la OMC. Haciendo uso de su infame especialidad de difundir información falsa, los medios controlados por la oposición anunciaron la derrota de Chávez a lo largo de todo el día. En realidad, estaba ocurriendo justo lo contrario. El sesenta por ciento del pueblo estaba votando por una constitución preciosa, por la Revolución Bolivariana y por Hugo Chávez.
La observadora de las elecciones y periodista, Eva Golinger, describió los sucesos en El Valle, un barrio de clase trabajadora de Caracas. “Las colas eran extremadamente largas pero muy organizadas. Los electores proporcionaron sillas, tiendas de campaña, comida y música para todos los que estaban formados… En algunas áreas, la gente había estado esperando desde las 4:00a.m… Los ánimos estaban candentes y el voto de ‘NO’ [en contra de la destitución] fue abrumadoramente evidente por las camisas, sombreros, pañuelos y mantas de color rojo…”
Revolución en el aire. Los ricos y los pobres de Venezuela están profundamente polarizados. Algunas personas observan esta brecha de clase con gran temor y rezan por la “reconciliación” y la “moderación”. Sin embargo, los revolucionarios venezolanos ven lo obvio que son las diferencias de clase como prerrequisito para el cambio radical.
En toda América Latina, la victoria en Venezuela ha encendido el entusiasmo de millones que marchan y se organizan en Argentina, Ecuador, Perú y Colombia contra los mismos malhechores de EEUU y de la OMC que hacen padecer a los venezolanos.
Los grandes intereses financieros de EEUU en realidad deseaban que Chávez triunfara debido a la volatilidad de la industria petrolera de Venezuela que se hubiera desatado en caso de que hubiera perdido. (“In Venezuela Voting, Global Oil Industry Favors Stability,” The New York Times.) Sin embargo, los líderes políticos y corporativos de EEUU, incluyendo al favorito presidencial del Partido Demócrata, John Kerry, siguen empeñados en revertir la Revolución Bolivariana. En los meses siguientes, redoblarán sus esfuerzos.
Hasta la fecha, los EEUU han conspirado con fuerzas antichavistas para organizar, primero, el fallido golpe militar del 2002, luego el cierre causado por la gerencia de la compañía estatal de petróleo y, finalmente, este verano, el voto para la destitución. Volviendo a repetir su modus operandi en Chile en la década de los 70 contra Salvador Allende, los EEUU han gastado millones de dólares de los contribuyentes realizando operaciones secretas de la CIA contra Chávez y financiando abiertamente a la oposición por medio de la Fundación Nacional para la Democracia. Continuarán por este camino hasta que los detengamos aquí en EEUU.
La Revolución Bolivariana de Chávez está obviamente inconclusa: las industrias más importantes todavía son propiedad privada; los ricos todavía son dueños de los medios de comunicación; el gobierno aún paga las deudas de Venezuela a prestamistas internacionales; y aquéllos que organizaron el golpe militar y el cierre de la industria petrolera todavía tienen la completa libertad de provocar la violencia y sabotear al gobierno electo.
Sin embargo, la importante victoria del 15 de agosto es una prueba de que el movimiento bolivariano ya cuenta con el poder popular para completar su revolución. Lo que todavía es necesario es el liderazgo que identifique y ataque la causa fundamental de la desesperada situación de Venezuela, el capitalismo — ya sea que el liderazgo provenga de Chávez o de otros más dispuestos a llegar más lejos.
Para que una ofensiva tal tenga éxito, será necesario el apoyo de los activistas anti-guerra, laborales y otros en los EEUU. Denunciando el vergonzoso papel de Washington en Venezuela y organizándose con determinación para mantener las manos del emperador fuera de América Latina, el pueblo de EEUU puede desempeñar un papel clave para brindar a nuestras hermanas y a nuestros hermanos de Venezuela una oportunidad real de ser libres.