EDITORIAL

¡Y el ganador … no es Trump!

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La gran noticia sobre las elecciones intermedias de 2022 es que la noticia no es tan grande como se esperaba. O, al menos, no fue tan trascendental como fue afirmado prematuramente por el Partido Republicano, temido por sus homólogos demócratas, y predicho por los expertos.

Cualquier reflexión sobre el significado de una elección debe comenzar con un par de advertencias que a menudo se ignoran. Por un lado, EE. UU. tiene una participación electoral pésima, aunque ha estado creciendo recientemente. En esta ocasión, la participación parece haber sido relativamente considerable (y las boletas aún se están contando al momento de redactar este escrito).

Y no es de extrañar: ¡había mucho en juego!

Con la tan comentada “ola roja” republicana convertida en un charco rosado, se escucharon suspiros de alivio en todo el país, y en el exterior también. Lo que sucede aquí afecta a personas de todo el mundo. Así que fue una muy buena noticia que la mayoría de los electores estadounidenses se negaran a ceder el control de sus vidas a los que niegan la realidad y se oponen al aborto.

Los dedos republicanos apuntaban en todas las direcciones mientras los candidatos elegidos personalmente por Trump luchaban en contiendas de alto perfil para el Congreso, y para secretarios de Estado y gobernadores. Para evitar votar por un adepto a la conspiración MAGA, un número inusual de personas dividió sus boletas entre demócratas y republicanos. Aun así, el New York Times estima que más de 200 candidatos que niegan o ponen en duda los resultados de las elecciones de 2020 ganaron sus carreras.

Los demócratas lograron mantener su precario control del Senado, con una segunda vuelta electoral aún por llegar en Georgia. En este momento, la Cámara de Representantes sigue en juego… y los republicanos van ganando. Antes de las elecciones, los líderes republicanos se jactaban de que obtendrían una mayoría de 20 escaños o más, pero lo que parece probable ahora es una mayoría de un solo dígito.

Los encuestadores y los principales medios de comunicación juegan un papel nefasto en las elecciones. Las encuestas se concentran en la cuestión que los votantes declaran que es más importante para ellos y los portavoces de noticias repiten fielmente sus hallazgos. ¡Pero los electores pueden elegir la “inflación” como su preocupación número uno, y seguir preocupándose apasionadamente por el aborto, el cambio climático, la violencia policial y los derechos electorales! Todos estos temas son problemas cotidianos e inmediatos para la clase trabajadora y la gente pobre.

Una cosa es cierta: los intelectualoides subestimaron enormemente el efecto de la decisión de la Corte Suprema de Dobbs que anuló Roe v. Wade. ¡Aparentemente no se imaginaron que los electores recordarían esta devastadora cuestión desde junio hasta noviembre!

La justicia reproductiva obtuvo el visto bueno en al menos cinco estados. Los electores de California, Michigan y Vermont consagraron el derecho al aborto en sus constituciones estatales. En Kentucky y Montana derrotaron medidas contra la libertad de elección.

El registro de electores entre jóvenes y mujeres se disparó después de que salió a la luz el fallo de Dobbs. La participación de jóvenes en estas elecciones intermedias es la segunda más alta de los últimos 30 años y el voto de los jóvenes se inclina fuertemente por los demócratas. Es probable que sus boletas, más que las de cualquier otro grupo demográfico específico, sean responsables de haber atajado la “ola roja”.

Entonces, ¿fue esta una victoria para la democracia? No exactamente. Los dos partidos capitalistas todavía tienen un control absoluto sobre el sistema electoral, el colegio electoral aún puede invalidar el voto popular, a muchos residentes de EE. UU. se les niega el voto por ley o en la práctica, etc., etc.

Pero veamos las elecciones intermedias como una victoria para el espíritu democrático popular. Cuando se enfrentaron a los ultraderechistas abiertamente hostiles al gobierno de la mayoría y dispuestos a usar mentiras y violencia para subvertirlo, incitados por el líder de su culto Trump, suficientes personas dijeron que no para marcar la diferencia.

¿Cuál es el resultado? ¿Van a aceptar los electores hacer esto de nuevo en dos años, después de luchar hora tras hora para hacer retroceder a la derecha, para salvar cada pizca de reforma que queda y sobrevivir a la recesión que claramente se avecina? La conclusión es que este sistema electoral, y el sistema social y económico que produce, tienen que desaparecer. Y cuanto antes, mejor para todos nosotros.

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