Stephen Durham es el Secretario Internacional del Partido de la Libertad Socialista. Se redactó este documento para contribuir para la discusión a una reunión del Comité por el Reagrupamiento Internacional Revolucionario (CRIR) en la Ciudad de México en diciembre de 2019.
El mundo entero es testigo de la presidencia despiadadamente cruel y cada vez más errática de Donald Trump. Sus políticas están creando miseria en todo el mundo, incluso en las vidas de los más oprimidos y explotados dentro de este país.
Bajo el gobierno de Trump, la élite rica se ha vuelto astronómicamente más rica y los supremacistas blancos, fanáticos antiinmigrantes, misóginos y todas las fuerzas de ultraderecha se han envalentonado. Pero esta es solo una parte de la historia de los Estados Unidos de hoy.
El caos sin precedentes que emana de la Casa Blanca surge de la desesperación de una clase dominante cuyo sistema económico y sus medios tradicionales de dominación están fallando en este país. En Trump buscan un líder fuerte para romper los lazos tradicionales de la democracia burguesa y obtener concesiones cada vez mayores para las grandes empresas, incluso cuando se avecina la próxima gran recesión. No obstante, la precaria economía, la erosión de los derechos civiles y los ataques contra los oprimidos también generan una creciente resistencia de clase. Las características predominantes de la vida en los Estados Unidos de hoy en día son la inseguridad económica y la creciente polarización política.
Perspectiva económica amenazante
A pesar de las proclamaciones del presidente Trump en el sentido de que la economía de Estados Unidos está funcionando bien, la mayoría de los trabajadores saben que no es así. La operación de rescate después de la recesión de 2007 a 2009 fue financiada por la mayor transferencia sin precedentes de riqueza perteneciente a la clase trabajadora y pública hacia la clase capitalista. Sin embargo, esta supuesta recuperación económica es esencialmente una fantasía de la Casa Blanca y Wall Street. La realidad es que los trabajadores estadounidenses han tenido los mismos salarios reales durante décadas. Muchos, especialmente los trabajadores de color y mal pagados, perdieron sus ahorros y hogares en la última recesión.
El gobierno se jacta de la cantidad de nuevos empleos que se han creado y de una baja tasa de desempleo, pero esta no incluye a aquellos que han dejado de buscar trabajo, a las personas que se han jubilado (por elección propia o no), a más de 2 millones de prisioneros, ni a los adultos jóvenes que se han dado por vencidos y han regresado a sus hogares para vivir con sus padres. También está oculto el hecho de que la mayoría de los trabajos, especialmente para los jóvenes, están al nivel del salario mínimo o ilegalmente por debajo del mismo, el cual actualmente ni siquiera cubre el costo de vida en aumento y obliga a muchas personas a tener dos o más empleos sin beneficios para poder subsistir. La realidad es que el porcentaje de trabajadores estadounidenses que tiene trabajo no ha aumentado desde la última recesión.
Cuando sube el mercado de valores, los medios de comunicación se apresuran a proclamar la prosperidad, pero estas “buenas noticias” también son engañosas. La especulación financiera, y no la producción, continúa dominando la economía. Las compañías estadounidenses aumentaron sus ganancias aparentes comprando sus propias acciones por un monto de $1.6 trillones de dólares en 2018. Esto, junto con la creciente deuda de los consumidores, que incluye más de $1 trillón en préstamos pendientes de estudiantes universitarios, significa que se están acumulando enormes burbujas de deuda. Hoy en día, todos los analistas —pro y anticapitalistas por igual— están de acuerdo en que habrá otra recesión en un futuro no muy lejano.
La polarización política se acelera
Dada la economía precaria, la clase capitalista necesitaba un candidato descaradamente favorable a las grandes empresas. Sus objetivos: otorgar la mayor exención de impuestos a los súper ricos de los Estados Unidos; derribar las regulaciones gubernamentales diseñadas para frenar las aventuras financieras y la destrucción del medio ambiente; y anular los logros alcanzados por los movimientos laborales y sociales. Trump fue su candidato perfecto. ¿Pero cómo lograr que fuera elegido?
Trump se caracterizó a sí mismo como populista y “forastero político”, incluso cuando su campaña fue financiada por supermillonarios como David Koch. Su plataforma reaccionaria, racista y nacionalista “Make America Great Again” (Hagamos grande a Estados Unidos de nuevo) fue diseñada para apelar a las frustraciones de su base electoral, en su mayoría propietarios blancos de pequeñas empresas y trabajadores desempleados o marginados. Hizo chivos expiatorios de inmigrantes, musulmanes, sindicatos, afroamericanos y otros. Una vez elegido, Trump continúa entregando a la clase capitalista exactamente lo que quería.
Si bien a la presidencia de Trump no se le puede definir como fascista, es cierto que su elección y sus políticas han sacado fuerzas peligrosas de las sombras a la luz del día y al campo de la política convencional. La ultraderecha ha ganado cierta credibilidad al apoyar abiertamente el tipo de ultranacionalismo y racismo descarado de Trump y del Partido Republicano contra los negros y los latinos, especialmente los inmigrantes que buscan una mejor vida en los EE. UU.
Comenzando con la efusión masiva de protesta por la toma de posesión de Trump — provocando manifestaciones dirigidas por mujeres en todo el mundo — cada política y declaración que emana de la Casa Blanca, especialmente en relación con el trato inhumano de los migrantes, continúa generando resistencia y profundizando la polarización.
Dos puntos de resistencia: las mujeres y el movimiento laboral
Las mujeres permanecen en la vanguardia contra un presidente que encarna el sexismo flagrante y belicoso practicado por hombres poderosos en todos los ámbitos de la vida estadounidense. El movimiento #MeToo de mujeres ha irrumpido en la escena política para enfrentar públicamente a estos acosadores, violadores, pedófilos y otros abusadores en números sin precedentes.
A pesar del enfoque en el abuso sexual, la Casa Blanca de Trump, con el apoyo general del Partido Republicano, logró nombrar a un juez conservador, antiabortista, de la Corte Suprema que enfrentaba serias y creíbles acusaciones de violación.
El nombramiento del juez Kavanaugh es solo un aspecto del retroceso del derecho de las mujeres a controlar sus cuerpos. Muchos estados están imponiendo restricciones cada vez mayores para el acceso al aborto y la píldora del día siguiente. A pesar de esto, ninguno de los candidatos presidenciales demócratas ha hecho de la defensa de los derechos al aborto un factor central de su plataforma. Como de costumbre, las “damas” demócratas se preocupan por postularse para un cargo, no por movilizar a las mujeres de base. Sin embargo, un enorme surgimiento feminista está en el horizonte. Por ahora, el movimiento está confinado en gran medida dentro de una jaula reformista, el cual ha provocado la disminución de la gran cantidad de protestas de 2018 y 2019.
Una cuestión positiva es que los paros laborales en 2018 involucraron a 495,000 trabajadores, el mayor número en tres décadas. Las huelgas masivas predominaban en estas acciones laborales. Los maestros y empleados de hoteles, casinos y restaurantes llenaron las filas de estas batallas. Esto muestra el importante papel de liderazgo de las personas de color, inmigrantes y mujeres que desempeñan la mayoría de estos trabajos. Los trabajadores, especialmente los docentes en huelga, lograron estas victorias consiguiendo el apoyo de la comunidad al igual que motivando a la acción al liderazgo burocrático osificado de sus sindicatos.
Enfrentando el surgimiento de la ultraderecha
Desde que Trump asumió el cargo, ha habido manifestaciones donde los supremacistas blancos y los activistas antiinmigrantes se han movilizado. Muy a menudo, los derechistas han sido superados en número por aquellos que rechazan su mensaje racista. En el movimiento general, sin embargo, falta un factor crítico: un amplio frente unido contra la reacción.
El asesinato en 2018 de un manifestante antinazi en Virginia; la balacera contra personas LGBTQ en un bar de Florida; el asesinato de feligreses judíos en Pensilvania; y el asesinato de latinos y otros en una tienda Wal-Mart en El Paso han generado, todos ellos, un torrente de condenas e indignación ciudadana. Pero esto aún no ha llevado a la construcción de un fuerte movimiento antifascista con un programa claro que reconozca la culpabilidad del capitalismo.
Las limitaciones del movimiento antifascista son causadas por la debilidad de la Izquierda y del movimiento laboral de los Estados Unidos. Gran parte de la Izquierda no participa en el movimiento laboral a la vez que los sindicatos están inmovilizados debido al firme control del Partido Demócrata sobre el liderazgo laboral burocratizado. Como resultado, existe un vacío en el movimiento antifascista que están llenando jóvenes anarquistas. Sus acciones son militantes, pero fragmentadas y a menudo no logran organizar protestas de la clase trabajadora dirigidas contra el enemigo real.
Actualmente, el gobierno de Trump está tratando de tildar a estos anarquistas antifascistas de terroristas domésticos. El Partido de Libertad Socialista (FSP, por sus siglas en inglés) continúa trabajando tan colaborativamente como es posible con las fuerzas anarquistas y las ha defendido del enjuiciamiento, a la vez que trata de construir frentes unidos de la clase trabajadora y de fomentar el apoyo de los sindicatos.
En defensa de los derechos de los inmigrantes.
Quizás ninguna cuestión haya contribuido tanto al aumento de las protestas contra el trumpismo como la defensa de los inmigrantes. En los últimos meses, el gobierno federal ha incrementado sus medidas contra los latinos, musulmanes, africanos y pobres que no son ciudadanos, no solo fortaleciendo las fronteras, sino también deportando a las personas que han vivido en este país de manera pacífica y productiva durante muchos años.
Están aumentando las redadas de inmigrantes en barrios, lugares de trabajo y eventos públicos. En el FSP, hemos condenado estas acciones. Más recientemente, organizamos una manifestación con otros grupos en el área de la Bahía de San Francisco contra estas y otras acciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en la oficina local de Nancy Pelosi, una demócrata y líder más alta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos (Speaker of the House of Representatives, título en inglés).
Nos hemos unido a las protestas en los centros de detención del gobierno federal. Estos actos han sido grandes, pero pocos inmigrantes han participado debido al aumento de la represión estatal. Hoy en día, el movimiento de derechos de los inmigrantes sigue dominado por organizaciones no gubernamentales y por el Partido Demócrata, que tiene como meta obtener el voto latino en las elecciones de 2020.
A principios de este año, camaradas del FSP viajaron desde Los Ángeles a la frontera mexicana y cruzaron a Tijuana, donde pasaron varios días trabajando con inmigrantes que intentaban ingresar a los Estados Unidos. En el estado de Washington, hemos apoyado a los trabajadores agrícolas inmigrantes que cosechan moras en su esfuerzo por conseguir representación sindical. En 2012, el FSP publicó un folleto bilingüe, “Estamos en la Lucha: Mujeres inmigrantes encienden la chispa de la resistencia”, de Christina López, mexicoamericana nacida en EE. UU. Esta publicación promueve el liderazgo de las mujeres inmigrantes en el movimiento.
En este movimiento, igual que en el antifascista, existe la militancia alimentada por el activismo juvenil. El llamado a abolir ICE y a abrir las fronteras son dos demandas que el FSP planteó individualmente hace varios años, pero ahora se escuchan en muchos de los actos de protesta contra el encarcelamiento de inmigrantes y la separación de niños migrantes de sus padres.
El movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan)
Décadas de abuso policial y asesinato de afroamericanos dieron lugar al movimiento Black Lives Matter en 2013 con la absolución en Florida del hombre blanco que asesinó a Trayvon Martin, un joven negro. A lo largo de los años, este movimiento ha ido creciendo debido a decenas de asesinatos policiales y actos de violencia contra afroamericanos.
Como movimiento nacional, Black Lives Matter carece de cohesión. Difiere de una ciudad a otra dependiendo de la manera en que los líderes locales canalicen la ira y organicen las protestas. Este movimiento no cuenta con un programa anticapitalista para unificarlo. En cambio, está sujeto a los esfuerzos del Partido Demócrata para atraerlo hacia la arena electoral.
A nivel nacional, las políticas de identidad basadas en la raza obstaculizan al movimiento, incluso cuando los problemas vitales que aborda provocan protestas que atraen a un amplio espectro multirracial de activistas, especialmente jóvenes. El FSP apoya activamente estas movilizaciones, vinculando los problemas de la violencia racista con sus raíces sistémicas, así como con el impacto a menudo ignorado que esta violencia tiene en las mujeres, y la necesidad de liderazgo de las mujeres de color.
En la ciudad de Nueva York, el FSP ayudó a establecer la Campaña para una Junta Civil Elegida de Revisión para empoderar a la comunidad para supervisar y enjuiciar la mala conducta, la discriminación y la violencia de la policía. Esta campaña está inspirada en una anterior establecida por un ex miembro del Black Panther Party (Partido Pantera Negra) a fines de los años 70 en Los Ángeles. De la misma forma que lucha por el control comunitario de la policía, el FSP también señala la necesidad de reemplazar el capitalismo con el socialismo como la única forma de acabar con el racismo y la represión policial en las comunidades de negros, latinos, nativos americanos e inmigrantes.
Conclusión
En los Estados Unidos, la situación política se polariza cada vez más. La extrema derecha se ha unido a la política convencional con una creciente confianza causada por la elección de Donald Trump. Sin embargo, ahora hay señales de una mayor resistencia en los movimientos sociales, ya que las políticas de la Casa Blanca se enfrentan a un activismo más intenso, especialmente entre los jóvenes preocupados por garantizar un futuro viable para el planeta donde se respeten los derechos humanos y laborales.
Hasta la fecha, aquí los movimientos siguen siendo de alcance limitado, y están sumidos en el reformismo y desprovistos de un programa claro. Los líderes oficiales de los movimientos laborales y sociales todavía tienen fe en el Partido Demócrata y prometen un cambio con la derrota de Trump y del Partido Republicano en las elecciones del próximo año. Una razón importante es la debilidad actual de la Izquierda de los Estados Unidos, agobiada por el dominio de las fuerzas socialdemócratas que intentan afianzarse dentro del Partido Demócrata.
Lo que aún se necesita en los Estados Unidos es un liderazgo osado, revolucionario y feminista con fuertes lazos con las fuerzas socialistas revolucionarias a nivel internacional. Este es el objetivo que el FSP espera lograr al construir el Comité para el Reagrupamiento Internacional Revolucionario (CRIR). La clase trabajadora de los Estados Unidos sigue siendo un gigante todavía callado pero inquieto. Vemos muchas señales optimistas para un futuro en el que el proletariado de nuestro país se alíe con hermanas y hermanos en todo el hemisferio y en todo el mundo para romper las cadenas que nos unen a todos.